Una de las mejores cosas que me han pasado este verano, ha sido el tener una charla muy sincera, tremendamente clarificadora, profunda, honesta y sin concesiones con una de mis hijas.
Venia de algún tiempo a esta parte, que no congeniábamos, que discutíamos por cualquier cosa, que me ignoraba, que ponía vagas excusas para no vernos…y yo no entendía bien porqué.
Y este verano, en medio de un restaurante en Oviedo ; donde mi hija nos habia pedido ir tras haber leido la «Regenta» (bendita lectura); se destapó el pastel. Allí mismo, rompió a llorar apenas un comentario inocente…
A partir de ese momento ; todo se desbordó como un dique roto; y surgieron de nuestras bocas, multitud de palabras y pensamientos que vivían escondidos en nuestros corazones.
Crudas palabras , con tono amable y constructivo, pero , no por ello, de contenido ingrato y amargo. Fruto de esas conversaciones , y explicaciones largas y tendidas, expusimos nuestras respectivas razones; nos sinceramos y nos entendimos mucho mejor .
Ahí entendí , cuánto había sufrido en silencio, a pesar de su corta edad; entendí porqué me culpabilizaba de situaciones y experiencias que había vivido, y que el tiempo transcurrido no habia borrado. Situaciones acontecidas, que yo ignoraba, o no habia sido capaz de ver, por mi aparente ceguera, en su justa medida.
Desplantes , malos modos y crueldad psicológica, que a pesar de no ser yo el que las ejecutase en primera persona; ella me achacaba, haciendome culpable, por haberlas acatado. Y que me no me excusaban , en absoluto, de las vivencias desagradables y crudas que había pasado.
Yo también lloré profundamente su pena; como ella o más , cuando fui consciente de lo que había estado viviendo, a pesar de su corta edad; y me sentí desbordado por la culpabilidad, por no haber sido capaz de darme cuenta del infierno que había vivido. Como se dice ,en términos legales el no conocer la ley, no te exime de su cumplimiento. Y ese fue mi caso: mi inconsciencia no me servía de perdón, tendría que haberlo visto y haberla protegido como un buen padre , y haber evitado lo que pasó.
Cuando conocí todo en su justa medida, intenté explicarme y disculparme con ella; porque cuando sucedió todo, estaba viviendo en un entorno muy difícil , con unas circunstancias, para las que difícilmente nadie está preparado.
Pero eso, no me libra del peso de mi culpa por lo que sucedió.
Como le dije a mi hija, el pasado ya no lo puedo cambiar, solo me queda darle en el presente motivos para que me perdone y que en el futuro se pueda llegar a olvidar de todo lo malo que vivió.
Demostrarle, no solo con meras palabras, que la quiero mucho , a ella y a sus hermanas, y que con el tiempo la nueva realidad y mis acciones venzan a mi desconocimiento pasado, y al daño que le hice.
¿Y sabeis?, lo mejor de todo que me he llevado del verano, ha sido el sentir que tras haber hablado con ella de corazón a corazón , su actitud hacía mi cambió completamente…volvió a ser la hija cariñosa que recordaba , y sentir que nos entendiamos de nuevo, que volviamos a ser complices.
Esa conversación profunda y desgarradora, me enseñó, en poco tiempo, mucho más , que otras vivencias previas de mi vida. El saber perdonar, el saber querer, por encima de las posiciones encontradas. Ella, y solo ella, tras nuestra charla, me lo puso muy fácil, y me demostró que lo que yo creía que difícilmente podía tener arreglo, que eran diferencias irreconciliables, con diálogo y ganas por las dos partes, se pueden solventar. Como dice el dicho : «Dos no se pelean , si uno no quiere» y aqui ella, mi hija , me demostró su gran generosidad y una gran lección de vida.
Aunque las palabras duelan…
gracias hija por decirmelas : te quiero , te quise y siempre te querré.